domingo, 10 de febrero de 2008

LUDOPATÍA

Me he pasado la convalecencia de esta última gripe descargando las demos que me parecieron más interesantes del amplio muestrario que ofrece Internet, aunque, no sé si debido a que la oferta de programación es muy limitada o a que mi mente maniática se inclina siempre a la repetición, casi todos se basaban en los mismos principios, principios que he llegado a dominar como una maestra.

He encontrado un sinnúmero de objetos escondidos hábilmente en habitaciones atestadas, a veces hasta sin saber qué estaba buscando exactamente. También he emparejado toda clase de fichas de Mahjong: numéricas, de animalitos, de toda clase de flores, con símbolos extraños, letras japonesas, chinas, coreanas... Por medio de ellas, he logrado reconstruir templos, coleccionar todos los animales del zodíaco oriental y viajar por todo Extremo Oriente. También, gracias a mi habilidad para alinear tres joyas idénticas, he iluminado viejos ídolos aztecas y recorrido toda la cuenca mediterránea...



Estos de las tres joyas han sido los que más me han gustado. No por una cuestión cultural, tanto se me da que al lado de las palabras "next level" aparezca una pagoda como el foro romano, sino por alineación en sí. Aquí no se trata de esforzarse en descubrir un determinado objeto, ni de contar cuántas patitas tiene uno u otro signo. Basta con que la mirada se deslice del rojo al azul, del diamante a la moneda, y hacer click automáticamente en cuanto se advierte una semejanza. Con los ojos fijos en los colores destellantes y oyendo una musiquilla repetitiva, hipnótica, la mente se queda en blanco y cualquier urgencia queda olvidada.



Empiezo a comprender a los adictos a las tragaperras. No se trata de que esperen ganar alguna vez, al fin y al cabo tienen que saber tan bien como cualquiera que la casa siempre gana. Eso es solo la excusa que se dan a si mismos para justificarse. Lo realmente adictivo es el soniquete que hace la máquina y la visión reiterativa de las frutas.



Esa absorbente cadencia que nos hace olvidarnos de todo es la misma que de niños nos hace dormir, cuando nos mecen en una cuna mientras nos cantan una nana. Yendo más allá, podríamos decir que es cómo el latido del corazón materno que oímos cuando flotamos en el líquido amniótico, protegidos de todo y con nuestra memoria lisa como una pizarra sin estrenar.



El nirvana.





1 comentario:

Francisco García dijo...

Ésto de los juegos proporciona un placer, por decirlo de algún modo, tan sencillo, tan cómodo, que a pesar del continuo "entrenamiento" para dominarlo resulta actractivo inevitablemente. ¡Vamos, que dan ganas de ponerse a jugar ya mismo!
Pero cuando se convierte en patía... el asunto se vuelve mucho más serio y preocupante.
En fin, me alegro de saber que te has recuperado... me refiero a lo de tu gripe, claro. Jejeje.
¡Un beso grande!