lunes, 23 de abril de 2007

VISIBILIDAD

-¡Fue horroroso! El tío se levantó y en mitad del banquete dijo que siempre había estado enamorado de mí. Y todo el mundo poniendo sonrisa boba como si pensaran ¡Qué bonito es el amor! –decía Vanesa todavía agitada- Hablaban de mí como si yo no estuviera delante. Cuando lo lógico, si realmente estuviera enamorado, es que hubiera hablado conmigo a solas. No ponerme en evidencia de esta manera…

Mientras escuchaba medio distraída el torrente de lamentaciones, Laura recordó, entre otras anécdotas, aquel día en el Centro de Rehabilitación. Sin venir a cuento y en mitad de una conversación generalizada, la mujer que estaba en la camilla de al lado (quizá apiadándose de sus ojeras color de lirio morao) le recomendó a grito pelado:

-Tú lo que necesitas es echar un buen polvo.

A Laura la habían operado de la rodilla, y después de largos meses inmovilizada, el traumatólogo le había prescrito rehabilitación. A pesar de que los ejercicios habían resultado más duros y dolorosos de lo que ella pensaba, estaba contenta: su rodilla parecía empezar a deshincharse. Sin embargo, sabía que aún le quedaban muchas sesiones por delante.

En sus esfuerzos por deshacerse de la etiqueta de frígida que intentaban endosarle, Laura se excedió. Ahora, recordándolo, se daba cuenta. Porque de repente empezaron a lloverle moscones de los sitios más insospechados. Al principio, se lo tomó a broma. Sabía por experiencia que los buitres desaparecen en cuanto se dan cuenta de que no hay carnaza. Pero no contó con lo bonito que es el amor. Todo el mundo estaba pendiente de quién se la llevaba al huerto.

El doctor le recetó veinte sesiones más, recomendándole esforzarse más que nunca. Su recuperación iba bien, pero estaba en un momento crítico. Cuando volvió al centro, la disyuntiva ya estaba clara: o vas al lavabo a chupársela a alguien de una puta vez, o efectivamente eres una frígida.

A ella no le gustaba ninguna de las alternativas así, por el bien de su rodilla, intentó mantener un difícil equilibrio entre las dos. Y logró aguantarlo hasta que una tarde, entre bromas y veras, los demás pacientes, armados con sendos rollos de venda elástica, intentaron atarla a la camilla debajo del candidato elegido por aclamación popular.

Lo demás es como siempre. La piña colada tolera mal que no se cumplan sus expectativas y la decisión fue unánime. Pues que hubiera ido de frígida, que es lo que es. Y además, coja.

-Te comprendo perfectamente –dijo Laura con un suspiro, aprovechando que Vanesa había hecho una pausa para beber un sorbo de vino- Hay veces que a una le gustaría ser invisible.

viernes, 20 de abril de 2007

MADRID




Para mí, Madrid es un amigo. Saber que cuando llegas hay alguien que te está esperando. Y que se preocupa de dónde vas a dormir, y de cómo vas a llegar allí. Que te lleva a su casa, con los suyos. y tú te sientes en la tuya.

Malasaña, Chueca y Glorieta de Bilbao. Vermuth de grifo, carteles de cuando Franco era cabo y charla de colegas en el Palacio de Cristal. El perfume de Granada en una terraza y el antiguo saber de la negra Tomasa.

Hay otro Madrid, lo sé. Un Madrid frío, de mendigos muertos en la calle y Goliat tratando de defenestrar a David. De miradas turbias, de orgullo herido y cobardía teñida de dignidad. El único Madrid que algunos son capaces de ver.

Pero yo, como el poeta, he andado muchos caminos y he abierto muchas veredas. Y en todas partes he visto mala gente que camina y va apestando la tierra. Y en todas partes he visto buenas gentes que nunca rechazan nada ni a nadie. Donde hay vino beben vino y donde no hay vino agua fresca.

Sé que algún día tendré que mirar de nuevo a la muerte a la cara. En eso quedamos las dos la última vez que estuvimos enfrente. Pero, mientras espero el día y hora de la cita, sólo quiero tener ojos para la vida. Ese era el trato. La vida es lo único que hay.

Madrid es el viaje a Itaca, los pensamientos del Campo del Moro y un niño que te enseña algo que necesitabas saber. ¿Cómo, si no, iba a tener el inmenso placer de regalarle esta canción a un amigo de verdad?

jueves, 5 de abril de 2007

EL SALÓN DE LOS ESPEJOS



La herencia genética es como el Salón de los Espejos. Al mirar detenidamente a tus parientes ves retazos de ti que a veces te hacen reír, a veces te hacen llorar y a veces te dan verdadero terror.

No sólo es la nariz de patata de la tía Flora, con esas mismas redondeces que asoman cada mañana al lavarte los dientes. Ni la celulitis de la tía Encarnación, que en sus fotos juveniles, cuando aún se ponía bañador, tiene unas piernas sorprendentemente iguales a las tuyas. Eso es algo que todo el mundo se atreve a comentar.

Pero esa envidia latente en cada comentario de la prima Mariví, esa maldad profunda en los ojos de tu propia hermana… Eso es lo que da verdadero pánico. Porque sabes que, aunque no lo veas, también está dentro de ti, como una fiera agazapada, dispuesta a saltar al menor descuido. Al fin y al cabo, está en tus genes.

Por eso, a veces, cuando entras en el Salón de los Espejos y te das cuenta de que nunca podrás huir de la nariz de patata, ni de la celulitis, ni de los restantes rasgos deformes que sabes son los tuyos, sólo consigues salir arrastrándote. Y ya no quieres volver a entrar, por si acaso se cumple tu peor pesadilla:

Quedarte siempre allí.

martes, 3 de abril de 2007

Sábado de Gloria

Hay que darle al cuerpo lo que le pide. Hay momentos en que nos pide marcha. Hay veces que tenemos hambre, o sed. Y temporadas, como ésta, que necesitamos vacaciones.

Desde tiempos inmemoriales los cambios de estación se han celebrado con algún tipo de fiesta. Cada una con sus particularidades. Según lo que nos pide el cuerpo.

La Iglesia, que es muy lista, ha hecho coincidir sus propias celebraciones con el ritmo de los feligreses. Es la mejor manera de hacer cumplir el mandamiento divino. Gracias a esto, hoy en día quien más quien menos cuenta con unos días libres.

Y es que el cuerpo nos pide un alto. Un descansito. Es lo que necesitamos para seguir adelante.