jueves, 18 de enero de 2007

Guillermo en el Salón del Manga

Me pregunto como se las arreglaría Guillermo el travieso para ir al Salón del Manga. Parecería que sus genialidades de niño terrible, inconformista y aventurero, no tendrían sentido más que en el ambiente encorsetado de la Inglaterra rural de entreguerras.



Pero yo me lo imagino discutiendo el tema en el recreo con sus amigos. Todos los niños van a ir menos ellos: Pelirrojo y él están castigados por sus malas notas. Enrique, el buen estudiante, tiene ahorros y Douglas puede apañarselas para sacarle el dinero para dos entradas a sus padres divorciados, diciéndoles a cada uno que el otro no se lo quiere dar, pero eso no alcanzaría para todos y ninguno quiere ir sin Guillermo. Cuando Humberto les enseña su invitación, todo orgulloso, y se burla de ellos, Guillermo se rebela y decide ir disfrazado. Así conseguirá la entrada gratuíta. Con la excusa de reunirse para hacer el crédito de síntesis, los cuatro se escapan al Salón. Después de un trayecto en metro, entre empujones y reproches, que obliga a que el resto de los viajeros se encoja en el asiento por miedo a que se les caiga encima un muchacho sudado armado con una carpeta enorme, se encuentran con la primera dificultad. El kimono de judo pintado con tempera roja que Guillermo lleva debajo de la ropa y con el que pretende estar disfrazado de Son Goku no convence al portero. Así que Guillermo se ve obligado a remolonear junto a la entrada, buscando la forma de colarse mientras sus amigos, desánimados, le esperan cerca del stand de información.


Al final, Guillermo birlaría un paquete de comics de una furgoneta que encontraría abierta en el aparcamiento y se acercaría a la entrada de atrás, esperando pasar por el sobrino de un librero al que su tío ha mandado a buscar más material. Allí se encontraría con un publicista que, harto de que el manga se asocie con frikies, lleva tiempo buscando a un niño que diera la imagen de un lector español normal.

Incluso en estos tiempos de móviles, cónsolas y demás, en el que los niños parecen tenerlo todo, Guillermo sabría vencer la apatía de la saciedad y seguiría siendo un rebelde y un proscrito. Y lo más importante, seguiría haciéndose respetar.

1 comentario:

elchicoquequeriaserbreteastonellis dijo...

Curioso... Mi madre me puso Guillermo por el Proscrito. Era (es) una fan irredenta de esa colección de libros. Si hubiera sido chica, me hubiera puesto Celia.

Excelentes primeros posts: uno de presentación -siempre necesario y cortés- y otro de elaboración literaria, con foto incluida. Bien, muy bien. Si tienes dudas, consúltame...

Un saludo,
G.