La otra noche, mientras estiraba la mano para apagar la luz antes de dormirme, me acordé de pronto de las peras de la luz.
Para los más jóvenes, aclararé que este ingenioso artilugio consistía en un aparato con forma de pera que en un extremo tenía un botón que servía de interruptor y por el otro colgaba de la pared por el mismo cable eléctrico, protegido por un cordón similar al que protege al cable de las planchas eléctricas, de tal forma que, cuando estabas acostado, bastaba con estirar la mano por encima de la cabeza para agarrar la pera y apagar o encender la luz.
Era muy cómodo, aunque a veces, al estirar la mano a oscuras, sin querer le dabas un manotazo y la pera se balanceaba de uno a otro lado de la cabecera de la cama. Además, cuando te levantabas medio dormido corrías el riesgo de pegarte un coscorrón con la pera.
Sin embargo, en la lucidez que precede al sueño, cuando ya el cuerpo te pesa y los párpados parecen soldarse, se me ocurrió la solución a estos pequeños inconvenientes: bastaría con instalar en la pared un cajetín con uno de esos recogecables automáticos que tienen las aspiradoras para que la pera, al apagar la luz, quedara recogida en su interior, siempre accesible. Además, tendría la ventaja de que se podría graduar la longitud del cable de acuerdo con la altura del durmiente.
Lástima no tener los conocimientos técnicos necesarios para desarrollar la idea, pero lo dicho: se acepta toda clase de colaboración. Nunca se sabe donde está la fortuna. Que se lo digan sino al inventor del chupachups o de la fregona.
martes, 23 de enero de 2007
SE BUSCA PATROCINADOR
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
Mi abuela tenía una de esas "peras" me ha recordado a cuando era pequeñita y me quedaba a dormir en su casa; las sábanas siempre olían a alcanfor...
Un abrazo
Publicar un comentario