domingo, 4 de febrero de 2007

MARINA

Era la hora de la siesta, pero la pequeña Marina no tenía sueño. Así que se levantó y se fue a la cocina. Era el momento ideal para inspeccionar aquel cajón del armario, lleno de cosas fascinantes, que su madre nunca le dejaba tocar.

Procurando no hacer ruido, fue examinando uno por uno los extraños artilugios que había en el cajón. Accionó varias veces las palancas del sacacorchos, para ver como subía y bajaba la varilla enroscada. Probó con el dedo la punta del abrelatas, para ver si pinchaba tanto como decían. Luego trató de cortar en dos un cabo de vela con el cascanueces, pero solo consiguió chafar un poco la cera. Ya empezaba a aburrirse cuando encontró la caja de cerillas de repuesto.

La cogió con respeto. Era la primera vez que tenía una en las manos. Por fin contempló de cerca la imagen del gato risueño y después, orgullosa de saber leer, le dio la vuelta: “Fósforos de seguridad. Cont. Aprox. 40 fósforos. Mantener en lugar seco y fuera del alcance de los niños.”, ponía. Con desprecio, volvió al gato y recorrió con el dedo las cintas ásperas que tenía la caja en los lados. Después sacó una cerilla y, conteniendo el aliento, la rascó como había visto hacer a su madre.

La cerilla se encendió como por arte de magia; Marina se quedó encandilada por los colores de la llama, el amarillo intenso que oscilaba por el borde y el naranja vibrante que se estiraba hacia arriba, como si quisiera escapar de aquel corazón azul que parecía atraparte en el agujero negro que rodeaba la cabeza de la cerilla, ahora convertida en un trocito muy pequeño de carbón.

Se fijó en que había también diferentes colores corriendo por el pequeño cilindro de madera, pero de pronto el fuego alcanzó sus dedos y la dejó caer, sorprendida por el dolor. Se agachó para mirar la cerilla caída en el suelo, pero así quemada no podía distinguirlos con claridad. Se alzó de nuevo y sacó otra cerilla. La contempló, dudosa, no quería volver a quemarse. Pero no tardó en encontrar la solución.

Alegremente, rascó la cerilla y la acercó al armario.


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